País de Gales v Nueva
Zelanda, 2 de diciembre de 1972, victoria de los Kiwis por 19-16,
Keith Murdoch
consiguió el ensayo de la victoria, aunque las crónicas cuentan que a J.P.R Williams
le anularon un ensayo muy parecido al logrado por el neozelandés. El mejor partido de Murdoch, su cuarto
partido con los All Blacks, un número 6 que despuntaba. ¿Hasta donde
llegaría? ¿Serían los bigotes más
famosos del Hemisferio Sur? Un tipo con el mostacho de Emiliano Zapata.
Y esa noche lo
celebraron, una fiesta, otro tercer tiempo más, alcohol para todos y para todo,
habían derrotado a uno de los mejores equipos de la historia, el Gales de los
70, esos tipos de negro del otro lado del planeta habían venido a Europa a
llevarse por delante a un equipo de leyenda, y allí estaba Keith Murdoch, que
fue a la cocina a buscar unas cervezas, encontró a Peter Grant, un guardia de
seguridad del hotel, un hombre que cobraba por proteger a la selección
neozelandesa, y al bueno de Keith se le cruzaron los cables –a lo mejor a Grant
también-, discutieron y Murdoch mandó a la lona a Grant de un puñetazo. A la mañana siguiente los noticiarios sólo
hablaban de la agresión, pedían la cabeza de Keith, que lo largaran de la
tierra del Dragón, un tipo así no merecía vestir la zamarra negra, “Lárgate
Bigotudo Grandullón”. Y Ernie Todd, el
mánager del equipo Kiwi escuchó a la prensa, y decidió expulsar a Keith de la
concentración All Black, el primer y único jugador expulsado del equipo, por
una pelea, por un puñetazo, después de su mejor partido.
Y lo mandaron a
casa, vuelo Londres-Singapur-Auckland, y Keith llegó a Singapur, y allí cambió
los planes que todos tenían para él, no cogió nunca el vuelo que le llevaba a
su país, prefirió comprar un billete hacia Darwin, Australia. Y desapareció, no vivíamos en la época de Internet
y la N.S.A, uno podía esfumarse, porque si, porque quería. Y Keith pago su pena con creces, dejó el
rugby, el deporte "profesional", las cámaras, las groupies, la fama, el dinero y
se fue. Se auto impuso una pena
demasiado dura, brutal, por una pequeña falta penal pero una gran falta hacia
su país, deshonrar a los All Blacks, el símbolo de su gente.
Terry McLean, un
periodista legendario, fallecido en 2004 -30 años acompañando a los All Blacks,
en el Salón de la Fama del Rugby, 32 libros escritos sobre el Deporte Oval,
Miembro de la Orden del Imperio Británico-, escribió que Keith Murdoch era un
personaje Shakesperiano, desapareció y la gente no dejó de hablar de él durante
39 años, una historia de culpa que jamás fue redimida.
¿Dónde está ahora
Keith Murdoch? Nadie lo sabe con
seguridad, probablemente esté en Australia, donde se le vio la última vez,
trabajando en alguna granja, o en cualquier otro sitio. Ni idea si ve partidos de rugby, si lee todo
lo que se escribe sobre él o que demonios ha hecho con su vida, ese es su
asunto. Como dijo Ian Kirkpatrick –el
que fuera capitán de los All Blacks en el Tour del 72, “es mejor dejar solo a
ese pobre diablo.”